viernes, 25 de julio de 2014

El avión


Pues bueno. Obviamente viajar de Magdalena a Sídney no iba a ser cuestión de un vuelo, ni un día. Salí de mi pueblo a las 7:00 am de un lunes 21 de julio y llegué a mi cuarto en Sídney el 23 de julio a las 11:00 am.
Detrás de mi, en mi vuelo de 15 hrs, iban unas gemelas como de 4 años, usando mi asiento como bicicleta de spinning. La pobre madre que les dio la vida obviamente se quedo dormida y no les podía decir que no estuvieran provocando a extraños con poca tolerancia. En un punto del vuelo, usaron mi cabeza como mesa de juego hasta que ya me volteé y el papá las regañó.
Voltearme requirió para mi un esfuerzo inhumano porque llevaba sentada mucho tiempo y la mujer enseguida de mi se durmió y no me dejaba ir al baño.
Al llegar a migración todos veían a las gemelas infernales con ternura, pero yo las veía como los anuncios ambulantes de anticonceptivos que en realidad eran.
Pero bueno, todo valió la pena porque ya llegue a Sídney y la ciudad está súper cool, aunque mi escuela me hace sentir que me fui de intercambio a China por su alta población de estudiantes asiáticos. Barney Stinson sería muy feliz aquí.


Algo que debo mencionar de mi vuelo es que cuando íbamos  a aterrizar tuvimos que llenar una hoja de la migra. Seguido, entré en crisis porque no encontraba mi pasaporte en el equipaje que puse debajo del asiento de enfrente. Entonces moví a la mujer de mi lado, empecé a buscar frenéticamente en el equipaje de arriba de los asientos y esto resultó en que saqué volando un equipaje en la cabeza de dos pasajeros que,  a pesar de mis múltiples disculpas, nunca me perdonaron. Yo fui el equivalente a las gemelas del mal estilo el resplandor. Mañana les escribo de cómo casi acabo durmiendo debajo de un puente el día de hoy.

Ah! y la migra me quitó mi yoghurt de 6 dólares :(  

miércoles, 18 de junio de 2014

Hasta aquí no siempre es renunciar


Me he decidido a actualizar mi blog en un momento de inspiración. Y con un empujoncito de mi tía Lía. He notado que si no escribo o no tomo fotos, no recuerdo.  Aunado a eso, me he hecho enemiga de las redes sociales que tanto amaba; cerraría Facebook si no significara renunciar a todos los eventos sociales ahí anunciados, o sea, TODOS. Facebook está saturado de fotos de ultrasonidos, bebés, gatos, spoilers de Game of Thrones & attention whores. Así que para evitarle a mis amigos de Facebook tener que leer acerca de mis actividades sin que les importe mucho, platicaré de mis novedades por este medio y así podrán leerlo a quienes les interese.  Sirve de medio de expresión y de información. Probablemente la mayoría de las cosas que ponga aquí sólo le interesen a mi madre, pero todos están bienvenidos a leer.

Bueno, el comienzo de este capítulo de mi vida inició con el 2014. Pasé Año Nuevo en San Carlos con mi familia, y debo decir que ha sido mi Año Nuevo favorito. Para empezar, la pasé en San Carlos y con mi familia. Además, tenía un trabajo estable, envidiable, de hecho. Ganaba bien y con prestaciones increíbles para alguien que estudió periodismo y que todo el mundo (mi familia, más bien) pensó que moriría de hambre. Es más, recuerdo cuando antes de graduarme, mientras trabajaba en la revista de negocios más importante de México, le dije a mi papá:

Priscilla Idealista: Papá, no te preocupes. Todavía ni me gradúo y ya tengo muy buena experiencia laboral. Encontraré un muy buen trabajo cuando me gradué.
Papá Realista: No cantes victoria todavía.

Cuero.

Aunque no parezca mi papá cree en mis capacidades. A fin de cuentas me dejo elegir la carrera que yo quise. Claro que hizo evidente su opinión acerca de cómo “no es una carrera de verdad”, pero pagó todas las colegiaturas a tiempo, y eso es más apoyo del que cualquiera pueda pedir. Si necesito más apoyo emocional puedo leer a Paulo Coelho.

Ahora, a un año de graduada, sé que definitivamente jamás practicaré el periodismo, pero puedo afirmar que definitivamente es una carrera de verdad. Sin gente como Aristegui, por ejemplo, Cuauhtémoc todavía disfrutaría de sus masajes con final feliz pagados por los contribuyentes.

Pero bueno, el caso es que me gradué, encontré un trabajo que pagaba bien (en plena época de desempleo y con un título de Licenciada en Periodismo y Medios de Información) y luego dije “soy muy infeliz” y renuncie. Era editora a nivel Latinoamérica de una de las 3 calificadoras financieras más importantes del mundo, y renuncié. Nunca había renunciado a nada en mi vida. Bueno, nada importante. Obvio dejaba el pastel si ya me había llenado, y aún así me sentía mal por los famosos niños del continente africano. Una vez reprobé un primer parcial con 32 y me rehusé a darla de baja (lo cual hubiera sido lo más inteligente), pero por necia no renuncié.

¿Qué ocasión elegí para renunciar? Recién graduada, con un trabajo excelente, buenos compañeros de trabajo (excepto sólo una persona, bueno, media persona, too far? Lo digo porque no tiene corazón y eso rebaja su calidad humana), excelentes prestaciones y plena crisis laboral.

Para mi defensa, cuando me decidí estaba de vacaciones, bajo la protección y calor de mis padres y el sol de mi estado natal. Todo parecía tan claro.

Pocas semanas antes operaron a uno de mis mejores amigos de una operación riesgosa. El no toma, no fuma y vive sanamente como comercial de gobierno en contra de la obesidad. Obvio se recuperó y todo salió bien porque es de las personas más cool del planeta y puede hacerlo todo.

Sin embargo, como si acabase de ver un capitulo de Grey’s Anatomy, medité acerca de la fragilidad de la vida humana y pensé “¿Qué tal si me pasa algo? ¿Esto es lo último que quisiera estar haciendo los últimos días de mi vida? Ganó bien, pero si ese hubiera sido mi objetivo hubiera estudiado ingeniería.  Yo quería cambiar al mundo y aquí estoy trabajando en la sala de espera de un hospital, trabajando el 24 de diciembre, el 25 de diciembre y una ocasión hasta las 4 de la mañana.”

Debo admitir, que el horario no era el problema. Yo estaría dispuesta a trabajar 12 horas diarias, fines de semana y feriados, si trabajara en algo que contribuyera al desarrollo social de México. Estaba entrando en una zona de comodidad, y si no me iba en ese momento, sería más difícil después. 

Esas ideas de idealismo y el empujoncito (chiquito como la persona que me lo dio) me convencieron y renuncié. Fue difícil porque estaba muy feliz y hasta consideré cambiar toda mi orientación profesional.  Pero bueno, quiero cambiar el mundo. Igual en unos años que me vuelva una cerda capitalista, leo este blog mientras me limpio el caviar de mi boca con billetes de 100 dlls. y me rio de lo ilusa que era.

Pero bueno, renuncié. Como me pagaron mucho me fui a Nicaragua a celebrar mi libertad. Pedí trabajo en un hostal pero no había vacantes, así que regresé a México a mi vida de NINI pero NO mantenida (pueden preguntarle a mis padres, he sobrevivido estos meses [casi en su totalidad] por mi cuenta). Pero bueno.

Renunciar me dio la oportunidad de irme a otro país (en Nicaragua hice Volcano Boarding, desde un volcán activo); de conocer Oaxaca, aunque estoy decepcionada de que nadie me intentó vender shampoo de peyote o marihuana; de estar el día de las madres con mi mamá; de ver series y películas todo el día sabiendo que todavía tenía ahorros para estar así unos meses; de conocer Veracruz (Coatepec está suuuper cool!); de poder visitar a mi mejor amiga en Guadalajara; y lo mejor de todo: a aventurarme y a obligarme a seguir lo que he querido desde hace unos años, irme a Australia.

De hecho, esta entrada se trataba originalmente de explicar cómo es que me iré a Australia, pero creo que profundicé mucho en la introducción. Así que esperen la  próxima.